Opinión

Notas sueltas mientras tanto. ¡Vuelven las cabalgatas a Villavo!

Por: Narciso Matus 

Mis ancestros paternos y la vida, me han enseñado que se es llanero porque se nace o porque se lleva en la sangre o porque se siente en la piel. “Pero el hombre, el llanero de acero, el de a caballo/sigue unido a la tierra de los profundos surcos/que en inclementes tardes le hicieran los veranos….” (Inviernos de la serie Estaciones de Eduardo Mantilla Trejos).

Ser llanero es una forma de ver y enfrentar la cotidianidad y sus vivencias; es un sentimiento que solo se obtiene cuando se recorren horas interminables de sabanas, y ríos, y caños, y esteros, acompañado por sonidos y cantos, olores y sabores como solo existen en las llanuras desde el Arauca hasta el Meta (y el Casanare y el Vichada y el Guaviare), en esta inmensidad que forma parte de la Orinoquia Colombiana y que como decía Eduardo Carranza, “….se prolonga de palmera en palmera, como el mar de ola en ola”.

Nuestra raza llanera, recorre su existencia con un compañero de camino: el caballo. Durante todos los tiempos hemos construido la identidad de lo que lo que somos, montados en sus lomos, ya batiéndonos a dúo en faenas de trabajo y honor con los toros y las vacas, o en largas travesías para la batalla, el heroísmo o el amor…., o engalanando con ellos nuestros pueblos en las fiestas patronales, con esa fuerza y nobleza como los dibujara José Estadio Rivera en el poema III de la tercera parte de esa larga poesía que es Tierra de Promisión… Atropellados, por la pampa suelta,/los raudos potros, en febril disputa,/hacen silbar sobre la sorda ruta/los huracanes en su crin revuelta. Atrás dejando la llanura envuelta/en polvo, alargan la cerviz enjuta,/y a su carrera retumbante y bruta,/cimbran los pindos y la palma esbelta….”

Los caballos son tan de los llaneros, como las mamonas, las hayacas, el pisillo, los tunjos;  o el joropo, el coleo o la faena. Y para que unos y otros sigan siendo orgullo de nuestra tierra, debemos conservarlos, mostrarlos, exhibirlos y regocijarnos con estas expresiones reales de la llaneridad.

Desde afuera de nuestras fronteras regionales, la imagen que más nos identifica….., casi como nuestra marca de origen, es la de los centauros personificados en hombres y mujeres de a caballo…, es la del horizonte en el que la tierra y el cielo se confunden para darle luces y sombras a la silueta artística de un jinete y su cabalgadura.

¿Qué seriamos los llaneros sin nuestros caballos?… y ¿qué sería de los llanos sin el repiqueteo de los cascos de caballadas inmensas, que han coadyuvado en la creación de la riqueza regional?  Este encuentro de hombre y caballo, es el que se escenifica y recrea cada vez que un desfile multicolor y sonoro circunda los territorios llaneros. Porque las cabalgatas, en campos, veredas, pueblos, o ciudades, no son un invento moderno, sino la orgullosa prolongación de tradiciones y costumbres que nos identifican a todos en los llanos.

Cabalgatas entre cuadrillas y carrozas…., entre reinas, jinetes y hermosas amazonas….; entre música de arpas y joropos….; con yeguas y caballos bien cuidados, bien atendidos, bien aperados, sin maltrato y con la alegría de seguir viéndonos, no solo como un gran atractivo para propios y turistas, sino como la ratificación viva de que la llaneridad, además, de ancestral, es inmensa y es profunda.

Bien dijo el inolvidable Eduardo Mantilla Trejos “….A estas historias señores/hay que regresar de nuevo/plasmarlas para que queden/como un hermoso recuerdo/en moldes de letra fina/que perduren en el tiempo/hay que rescatar la historia/que se nos está perdiendo/y en nuestras manos esta/poder rescatar lo nuestro” (Bongueros de tiempos idos).

Así que ¡bienvenido el regreso de las cabalgatas a las calles de Villavicencio!  A esta, la capital de todos los llaneros, que se vuelve a engalanar con la alegría de recorrer distancias sobre un caballo, haciendo honor a la raza que surgió y pobló y sostiene en alto la bandera de todos los llanos.

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