Por: Nino Matus
Desde que la memoria me alcanza, he vivido cada año con la ilusión del mes de la navidad: las velitas, la natilla, los buñuelos, el masato, las novenas, el pesebre, los villancicos, el burrito, el buey, las ovejas, los pastores, los reyes magos, el árbol, los regalos, los adornos, los alumbrados, la imagen de Papa Noel, el espíritu navideño, las fiestas, la alegría, la música, los colores, los sabores, los amigos, los abrazos y, especialmente, en compañía de mis hijos venerar a San José, la Virgen María y el Niño Dios. ¡Nuestra fe y tradición en torno a un pesebre!
Todo lo que el nacimiento de Jesús ha llegado a representar desde hace más de 2 milenios, se manifiesta en la navidad que es alegría porque el espíritu del Niño Dios es de risas y sueños; es unidad, porque simboliza a la familia; es prosperidad porque representa la esperanza y es paz, porque se expresa en el amor.
Esta referencia me lleva a decir que con la llegada de diciembre, para muchos es inevitable acordarnos de Carlos Vicente Moreno Jiménez, un hombre que, a mi juicio, cultivo cinco pasiones: La familia, los amigos, la ciudad, la arquitectura y la navidad.
(Los amigos).
Lo recuerdo sentado en la amplia portada de su casa al lado de Martha Serrano, su esposa, saludando a todos los que pasábamos por esa esquina villavicense del barrio El Caudal. En la memoria tengo guardadas sus buenas maneras, su don de gentes, su trato afable y cordial, su voz cálida y bien modulada y su amabilidad.
(La navidad).
Pero lo recuerdo más en estas vísperas navideñas cuando Villavicencio aprendió a iluminarse desde el frente de su casa, que se fue convirtiendo, año a año, en objeto de visitas multitudinarias desde el 7 de diciembre hasta el 6 de enero.
Un mes antes iniciaba el proceso de decoración. Un ingeniero eléctrico se dedicaba a arreglar todas las luces en el garaje de la casa, que se convertía en una maraña de cables y bombillos. Luego veíamos los transeúntes a tres obreros y un electricista al mando de un maestro, sacando cajas, rollos de cable, cinta aislante, silicona, alambre dulce, puntillas, bombillos, dummies inflables, instalaciones de luces, adornos, escaleras, pretales y un sinfín más de elementos y herramientas, que poco a poco iban tomando la forma de un mágico paisaje urbano de navidad, que acogía en las noches innumerables sonrisas de niños y familias, haciendo de esta una visita obligada desde hace más de 20 años.
Como muchos, alguna vez le escuche decir que el objetivo de su pasión, era ver a miles de personas felices, reunidas en grandes abrazos y con el reflejo en los ojos de la esperanza que siembra el Niño Dios en todas las personas de buena voluntad.
(La arquitectura y la ciudad).
Larga y extensa es la huella de Carlos Vicente en el Meta, especialmente en Villavicencio a donde llegó desde su natal Tibasosa – Boyacá – en 1962, siempre con esa admirable capacidad de estar pensando y creando hasta pocos días antes de su muerte ocurrida en septiembre del 2020.
Se dice que fue uno de los primeros arquitectos en residenciarse en estas tierras llaneras. Fue el diseñador y constructor de muchas viviendas que aun causan gran admiración, conjuntos residenciales y edificios de apartamentos desarrollando, en gran parte, los barrios El Caudal, El Paraíso, Santa Inés, Guatape, el Barzal y el Buque.
Construyó edificios de oficinas, entre ellos el que conocemos como banco Ganadero y Cafetero y el del banco Mercantil hoy edificio de Davivienda en el corazón de la ciudad y hoteles icónicos como el Inambu, el Serranía y el Savoy. De la misma manera diseñó y/o construyó bodegas de almacenamiento, silos, plantas e instalaciones comerciales del IDEMA en la Esperanza y las de Soseagro, Cereales del Llano y ALSANTANDER, los tres sobre la vía acacias.
(Aquí voy a aprovechar para hacer una rectificación. El 2 de agosto escribí unas letras sobre el emblemático Hotel del Llano y afirme, teniendo como soporte una conversación con personas del entorno del propietario, que este había sido construido por el muy prestigioso arquitecto Edgardo Valencia. Documentos posteriores que me hiciera llegar Carlos Eduardo Moreno, me llevan a rectificar lo escrito pues el hotel fue construido por Carlos Vicente Moreno, en su primera etapa, con 4 plantas, 60 habitaciones y todos los salones y zonas de servicio en 1974)
Tiene también la impronta de Carlos Vicente, la sede de Liga de Lucha Contra el Cáncer promovida por Sonia Duran, la estación de servicio La Vorágine del recordado “chinazo” don Luis Valbuena, la planta del añorado pan Primavera de don Luis Fajardo, la Iglesia del Caudal contratada por el padre Granados y el hogar del niño de la Acción Católica en el San Isidro.
La lista es larga y con algunas obras públicas como centros de salud, palacios municipales, obras de urbanismo, acueductos y vías, dan testimonio de una intensa vida como constructor y diseñador urbano que le dio un decisivo impulso a Villavicencio imprimiéndole una clara visión para su conformación como ciudad.
(La familia)
La empresa que fundó Carlos Vicente, Hexágonos del Llano, quedo en las acertadas manos de su esposa y de sus hijos con un megaproyecto que le dará un nuevo aire al desarrollo urbano de Villavicencio. Por decisión de ellos y como homenaje a su memoria la tradición navideña se mantiene porque aprendieron a vivir estas fiestas con su misma pasión.
Por eso hoy, nuevamente, se encienden las luces en aquella casa esquinera del Caudal. Su silla estará, como ha estado, en el mismo sitio en la portada y el espíritu de Carlos Vicente flotará entre las bombillas con las que iluminaba los maravillosos días navideños en la ciudad.
¡Siempre será bueno recordar, honrar y reconocer!