Opinión

Notas Sueltas Mientras Tanto ¡PILAS DEMÓCRATAS!

Por: Nino Matus

La antigua Grecia, siglo XII a. c., acuñó dos conceptos fundamentales para la historia política: tiranía y democracia.

La primera describe el poder concentrado en una sola persona que gobierna por la fuerza, de forma autocrática y autoritaria, sin respetar la ley ni la voluntad ciudadana: es dictadura. La segunda, en cambio, alude al gobierno donde el poder reside en el pueblo y se ejerce mediante mecanismos directos o representativos, con apego a la legalidad y a los derechos ciudadanos. Ambos conceptos surgieron como alternativa a las monarquías, imperios y oligarquías dominantes.

18 siglos más tarde, el pensamiento ilustrado, la revolución francesa y, en menor medida, la independencia de Estados Unidos, sentaron las bases de la democracia moderna.

Ya en el siglo XX, Winston Churchill,  líder del partido conservador, diría en 1947, durante el Día de celebración del Armisticio: “La democracia es la peor forma de gobierno, con excepción de todas las demás que se han probado de vez en cuando.” Desde la otra orilla ideológica, primero comunismo y luego anarquismo, Albert Camus advertía: “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas.”

Ambas frases resumen una verdad inquietante: la democracia es frágil y puede ceder ante sus propias debilidades. porque ningún régimen puede llamarse democrático si concentra el poder, coarta libertades, controla los poderes públicos, manipula el sistema judicial, limita y determina la prensa y la información, maneja el sistema electoral, persigue y elimina a opositores, o acomoda la Constitución según las necesidades del régimen. Eso, sea de derecha o izquierda, es una dictadura. Y ninguna es válida.

¡Ninguna!. Ni porque tenga origen en un golpe de estado soportado en los militares, como por ejemplo la de Rojas Pinilla (Colombia, 1953), o porque se origine en una lucha armada contra otra dictadura, como por ejemplo la de Fidel Castro (Cuba, 1959), o porque sea patrocinada por una potencia mundial, como por ejemplo la de Agusto Pinochet (Chile, 1973); o porque surja de una elección controlada o fraudulenta, como por ejemplo las recientes de Maduro en Venezuela y Bukele en El Salvador.

Y con relación a los, hoy llamados, líderes de opinión, surge entonces un fenómeno peligroso: la moral de doble cara. Quienes critican a un autoritario, defienden a otro, dependiendo de sus simpatías ideológicas. Como dice la canción del Grupo Niche: «hay una cara para mí y otra para los demás», o el rap de Cancerbero: “¿Te ofendo por sinceridad o te miento por educación?”, o el concepto de Nietzsche, “Cuando se tiene tanta moral, por lo regular se tiene doble”. Así, ¡no puede ser!

Las anteriores opiniones me saltan a raíz haber terminado hace poco la relectura del ensayo «El ocaso de la democracia – La seducción del autoritarismo», de Anne Applebaum, editado por PRH Grupo Editorial y  declarado como el mejor libro del 2020. Su tesis es clara: el autoritarismo seduce, pero amenaza la libertad y ataca la democracia.

Applebaum —historiadora, periodista, premio Pulitzer, egresada de Yale, London School of Economics y Oxford— desde su conservadurismo, articula con claridad cómo los autoritarismos avanzan infiltrándose en sociedades que se consideran seguras en su compromiso con la democracia, debilitando las instituciones, manipulando la opinión pública mediante teorías de conspiración, redes sociales, polarización política y nostalgia nacionalista.

La autora afirma «la democracia no es un estado natural de las cosas; es un logro, y como todos los logros, puede perderse.» Y, de manera concluyente, sentencia que «los políticos que abrazan el autoritarismo a menudo comienzan prometiendo seguridad, orden y estabilidad, pero terminan erosionando las libertades.»

Con varios casos, contemporáneos, explica sus razonamientos. Traigo el del primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán, en el poder desde 1998 a 2002 y de 2010 a la fecha, de quien dice la escritora, ha promovido la llamada “democracia iliberal”, para justificar políticas que debilitan los controles y equilibrios democráticos, con la cual ha arrasado con el estado de derecho y concentrado el poder. El péndulo de la historia que es sabio, lo tiene al borde de perder las elecciones en 2026, no a manos de la izquierda sino de una coalición de partidos de centro.

Al respecto señala el corresponsal de la BBC, Nick Thorpe: “los húngaros tienen un dicho popular: El helado te devuelve la lamida. En otras palabras, cuidado, porque lo que disfrutas devorando podría disfrutar devorándote a ti.”

De la presentación del libro, hecha por la editorial, tomo tres afirmaciones:Las democracias occidentales modernas están bajo asedio y el auge del autoritarismo es una cuestión que debería preocuparnos a todos….”. “Los líderes despóticos no llegan solos al poder; lo hacen aupados por aliados políticos, ejércitos de burócratas y unos medios de comunicación que les allanan el camino y apoyan sus mandatos……”. “Las élites autoritarias utilizan herramientas como las teorías de conspiración, la polarización política, las redes sociales e incluso el sentimiento de nostalgia para redefinir nuestra idea de nación”.

Me pregunto y les pregunto: en Colombia ¿Estamos ante el ocaso de la democracia? ¿Nos dirigimos hacia un régimen autoritario? ¿Nos debatiremos entre dos mesianismos polarizantes?

Finalmente, ¿Podremos salir del juego de las extremas y construir un centro político fuerte? Porque si no lo hacemos, seguramente no se votara por quien más proponga y genere confianza… sino por quien más divida, grite, insulte  y mienta.

¡Pilas, demócratas!

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