
Notas Sueltas Mientras Tanto, HEROÍNAS Y HÉROES LLANEROS CASI OLVIDADOS
En las páginas de nuestra historia se destacan los hombres ilustres que lucharon por la independencia de Colombia. Sin embargo, detrás de cada gran héroe, hay una multitud de rostros anónimos, o poco mencionados, que también, como dijera Churchill, dieron «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor» por la libertad.
Anónimos son cientos de soldados rasos que marcharon bajo el sol y la lluvia, las mujeres que cuidaron a los heridos y alimentaron a los ejércitos en marcha, o los campesinos que abrieron sus puertas y compartieron lo poco que tenían.
En esa gesta por la independencia, también hubo figuras que, aunque no siempre ocupan los primeros planos de la historia, jugaron un papel fundamental en la conformación de nuestra nación. Son héroes muchas veces olvidados. Recordarlos es una forma de rendir tributo a la complejidad y riqueza de nuestra historia. Entre ellos hay muchos que sirvieron a la causa de la libertad, nacidos o adoptados por las llanuras. Valientes mujeres y hombres a quienes, brevemente, reseño porque son parte de ese sentimiento que llamamos: orgullo llanero.
- El fraile insurgente
Fray Ignacio Mariño Torres, nacido en 1770 en Tibasosa, Boyacá, pero adoptado por Tame, fue un sacerdote dominico de la Orden de los Predicadores (OP). En 1800 se le envió como misionero a los llanos de Casanare, hoy Casanare y Arauca, ejerciendo de cura párroco en Tame.
En 1812 forma un grupo insurgente y se levanta en armas contra la opresión de la corona española. En 1814 se le da el grado de Coronel de la Nueva Granada y Capellán General del Ejército Libertador. En 1815, como comandante de la llamada “guerrilla de la Neibla”, lograron hacer una fuerte y certera oposición militar a Pablo Morillo, comandante de los ejércitos españoles en el oriente.
Dado su conocimiento de la región, desde Tame hasta Tunja, en 1819 convence a los generales Bolívar y Santander de no regresar a combatir en Venezuela, sino de seguir hacia Bogotá cogiendo la ruta del páramo de Pisba para avanzar hacia Bogotá. Esta osadía les permitió caer por sorpresa a las tropas españolas que nunca llegaron a imaginar que los comandantes del ejército libertador se atrevieran a tomar esa ruta.
Fray Mariño combatió, auxilió a heridos, bendijo y absolvió a los patriotas que fallecieron. Participó activa y heroicamente en los combates de Paya y Gámeza; en la batalla del Pantano de Vargas el 25 de julio, en Paipa, y en la de Boyacá el 7 de agosto de 1819, en inmediaciones de Tunja.
Por su valor y fe, fue nombrado coronel y capellán general del ejército libertador. De él dijo el historiador Roberto Torres Quintero: «fue la efigie de un varón misionero, que con la cruz en alto nos condujo hacia Dios y con la lanza en ristre hacia la libertad… La vida de este fraile militar es un redoble de campanas llamando a la oración y otro de tambores convocando al combate».
Tras múltiples quebrantos de salud, falleció en 1821 a los 51 años en Nemocón, Cundinamarca.
- La Sargento Mayor araucana
En Tame, poblado bautizado por Bolívar como «cuna de la libertad», nació en abril de 1782, Juana Bejarano. Una araucana que se convertiría en la mujer más importante para el ejército libertador. Se le conoció entre las tropas libertadoras como Juana Béjar.
Se enroló en las filas insurgentes de Fray Ignacio Mariño. Al poco tiempo se ganó su confianza y el respeto de sus compañeros de batalla. Dado su liderazgo, voz de mando, agilidad como jinete y destreza en el manejo de la lanza, el sacerdote la puso al mando de sus tropas para conducirlas a la reunión del 12 de junio de 1819, en Tame, con los ejércitos de los generales Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, para dar inicio a la campaña libertadora.
Cuando se le informó a Bolívar que una mujer, Juana Béjar, comandaba las tropas tameñas, exclamó: «ahora ya nos acabamos de joder, tenemos que andar con nuestra propia Juana de Arco». A partir de esa mención, a las mujeres que acompañaron al ejército libertador durante todas las batallas, las denominaron «Las Juanas».A pesar de que las mujeres solo tenían misiónes de apoyo, iniciada la marcha en Tame, Arauca, al paso por Pore, Casanare, las habilidades y voz de mando de Juana Bejar llevaron a que Bolívar y Santander la designaran como la primera mujer Sargento Mayor de la Caballería colombiana y permitieran que fuera ella la única que oficialmente podía combatir en la campaña libertadora.
Realizó toda la travesía que cruzó los Andes por el páramo de Pisba, participando activamente en las batallas de Paya, Gámeza, Tópaga y, con mucho arrojo, en la decisiva Batalla del Pantano de Vargas en Paipa el 25 de julio de 1819, para terminar su gesta el 7 de agosto de 1819 en la Batalla de Boyacá.
Su contribución a la independencia fue crucial para la historia colombiana. Quien más ha investigado la participación de las mujeres en la campaña libertadora, la historiadora y catedrática Nelly Sol Gómez de Ocampo, afirma: «Juana inspiró a las mujeres a la lucha por la independencia y abrió el camino para el posicionamiento de la mujer en las fuerzas militares».
Terminadas las batallas, Juana pasa sus últimos años en Pore y muere en 1824, sin que haya sido posible precisar con certeza la fecha y la causa.
III. Las Juanas
Escribió «El sabio» Caldas en el Diario Político de Santa Fe el 29 de julio de 1810, en la efervescencia independentista: «¿Hay heroínas entre nosotros? ¿Qué nos puede presentar más grande la historia griega y romana? El sexo delicado olvidó su debilidad y su blandura cuando se trata de la salud de la Patria».Hay una historia que se cuenta muy poco y es el papel de las mujeres en la independencia. Al ejército patriota que partio de Tame, lo acompañaron cientos de mujeres voluntarias que terminaron convirtiéndose en el apoyo logístico de las tropas.
Cargar el mercado, preparar las comidas, limpiar los fusiles, coser los uniformes, atender a los enfermos, sepultar a los muertos, servir como correos y realizar labores de espionaje fueron las tareas desempeñadas por ese grupo de mujeres a quienes, por extensión del nombre de Juana Bejar, se les denominó como «Las Juanas».
Fueron madres, hermanas, esposas, novias, amantes y amigas de los soldados o simpatizantes voluntarias de la causa libertadora, de familias humildes y ricas, que abrazaron la idea de la libertad y caminaron cientos de kilómetros detrás del ejército.
Aunque no hay grandes monumentos o placas para ellas, su contribución es el testimonio de la importancia del papel femenino en la construcción de la nación colombiana. Hoy se les rinde homenaje a esas heroínas anónimas con el Batallón de Intendencia N.° 1 «Las Juanas», creado el 12 de noviembre de 1924.
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Y hasta aquí unas historias para rendir homenaje, este 7 de agosto, a tantos llaneros que aportaron su valor para darnos libertad.