Notas sueltas mientras tanto. María Mercedes Carranza, una poetisa sin derecho al olvido
Por: Narciso Matus
Hace 41 años y después de larga ausencia y silencio, el Meta recobro el valor de un poeta, Eduardo Carranza, como representante de la expresión artística y el sentimiento de la raza llanera.
Fue en “La Campiña”, finca de otros ilustres hijos del llano, Luis Eduardo Caicedo y su esposa Carmelina Parrado, a donde el gobernador de entonces Narciso Matus Torres y la primera dama Esperanza Díaz de Matus invitaron al maestro Carranza, en el mes de julio de 1983, para celebrar su cumpleaños y, especialmente, para recuperar su andar Llanero con un parrando. Hasta allí llegaron intelectuales y periodistas de renombre, familiares y amigos a acompañar el regreso del poeta a su tierra.
Fueron tres inolvidables días de mamonas, cachamas, coleo, aguardiente llanero, pan de arroz, tunjos, arpas, cuatros, maracas, cantantes, bailarines y poesías. Una extensa caravana desde Bogotá, Villavicenses y otros municipios, llego a saludarlo y a recordar sus pasos andados en Apiay y en nuestra ciudad capital…. “Aquí está el Llano extendido hasta el cielo. El llano sin principio ni fin como mi alma. El llano que se prolonga de palmera en palmera como el mar de ola en ola.
Aquí está el llano empapado de sol como la mar de sal.
Aquí está la Llanura. Y en la palma de su mano esta la línea de la suerte de mi Patria…” (Poema l Llanero – EC)
Pero esta introducción, no es para hablar del maestro, sino para recordar a su hija, mi amiga María Mercedes, quien un 11 de julio, ayer hace 21 años, decidió, por su propia mano, cumplirle la cita al ángel de la muerte ….“
He tratado de aprovechar mi tiempo:
Amar. Vivir. Vivir y amar.
No puede imaginarse el equipaje
que llevo en la memoria…
Usted ¡que culpa tiene!
Solo es usted el ángel de la muerte,
y usted y yo tenemos una cita”
(Poema: Usted, el ángel de la muerte – Luz María Jiménez)
Seguramente desde hacía muchos días María Mercedes había entendido que su tiempo se había acabado. Nunca lo sabremos con precisión, aunque después entendimos que se podía intuir cuando escribió….
“Todo es ruina en esta casa,
Están en ruinas el abrazo y la música,
El destino, cada mañana, la risa son ruinas;
Las lagrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
Carne y cenizas se confunden en las caras,
En las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos”
(Poema: Patria – MMC)
De ella me quedaron gratos recuerdos: el gran parrando de 1983, las amenas conversaciones en la Casa de Poesía Silva que dirigió con acierto y muchos recitales a los que asistí invitado por la poetisa suicida.
También me quedo, con tachaduras y correcciones, la “Historia de amor entre un señor y un paisaje”, primoroso texto original del prologo que ella escribió en 1977 para un libro sobre la poesía de su padre referente a los llanos. La obra literaria que fue idea editorial del escritor araucano Leonel Pérez Bareño, se terminó y nunca se publicó, pero esa es una historia que la contarán mejor Oscar Pabón que hizo toda la recopilación de textos o Leonel en alguna de sus memorias.
Recuerdo que María Mercedes saco una cosedora pequeña, grapo las 8 hojas y me dijo “tenga se lo regalo, porque se lo dedique a su Papá y a Rosita de Mejía”. Así lo conservo, con grapas y en la misma carpeta amarilla en que me lo entrego. Por alguna extraña razón, esta nota que hoy vuelvo a publicar corregida, desapareció de la red y por tanto hoy la pongo nuevamente, en esta red social, para que sea apreciado el legado llanero del poeta, en memoria de su hija la poetisa.
La sepultura de María Mercedes le da cara al eterno firmamento de los poetas en el desvencijado cementerio de Sopo (Cundinamarca) a donde habían llegado los restos del poeta Eduardo Carranza, cumpliendo con su última voluntad de estar al lado de su madre Mercedes Fernández. María Mercedes deseaba descansar en paz al lado de su papá y su abuela, pero desde hace 3 años allí está sola. Los restos del poeta fueron sacados de la que quería fuera su última morada y después de pasar por cajas, archivadores y cajas fuertes, fueron depositados contra una pared en un patio interior de la gobernación del Meta adornado con una escultura.
Sobre la tumba de la poeta dice…, “No más amaneceres ni costumbres, no más luz, no más oficios, no más instantes. Solo tierra… Tierra y olvido”.
Y aquí digo, una poetisa sin derecho al olvido…