Notas sueltas mientras tanto. ¡Derrocar un Tirano!
Por: Narciso Matus
¡Duele Venezuela!
Su situación es igual a la que describió Álvaro Gómez durante el gobierno de Ernesto Samper: «el Presidente no se cae, porque nadie lo está tumbando; pero tampoco se puede quedar”. Dijo además: “lo que hay que tumbar es al régimen, que es una usurpación de la política para volverla un negocio que solo le sirve a quienes entran en él”.
Siguiendo con Gómez Hurtado, podemos definir al régimen de Venezuela..: allí, “la política y el gobierno ya no se rigen por el valor supremo de la solidaridad, sino por el vínculo oscuro de la complicidad y el silencio…., como en la mafia”.
Todo indicaba que Nicolás Maduro perdería las elecciones del 28 de julio, pero seguiría siendo presidente. La lucha de María Corina Machado y su candidato Edmundo Gonzales logró una votación mayoritaria. El régimen se niega a reconocer su derrota y con fraude busca instalar por 6 años más, a un “presidente” que más parece un dictador. Un gobernante espurio, pero con control absoluto de todos los poderes.
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El caso de Venezuela no es nuevo ni reciente. Desde Juan Vicente Gómez hasta la actualidad, los dictadores, juntas de gobierno y presidentes de derecha, izquierda y social demócratas, tienen en común que cuando el mundo empezó a depender del petróleo, decidieron vivir en la opulencia generada por el hidrocarburo desde hace 95 años.
La que se conoció como «Venezuela Saudita», definió que para adormecer a la gente ante el saqueo de las arcas públicas, entre dirigentes, militares y empresarios, la fórmula era darle al pueblo de todo: comida, carros, gasolina, estudios, salud, subsidios económicos etc.
Por esta vía dejaron de producir hasta la sal, se volvieron los mayores importadores de whisky del mundo, se preciaban de poseer los vehículos más modernos de la industria automotriz, se convirtieron en los mayores consumidores de lujos y enlatados de los productos norteamericanos y los cercanos y afines al poder de turno, pasaron a ser los grandes compradores en los centros comerciales de Miami, financiados por las mayores reservas de crudo en el mundo.
Lo perverso: como casi todo lo daba el estado, muy pocos producían y esa burbuja trajo en la década de los 70, principalmente, la migración de colombianos atraídos por el boom petrolero. Se estiman entre 2 a 3 millones de compatriotas llegados a trabajar en todos los variados oficios que los venezolanos no querían, ni necesitaban desempeñar.
La última etapa dio inicio, desde hace 25 años, con la hegemonía del carismático Cr(r) Hugo Chávez, quien, por cierto, no era de izquierda, sino que encontró en los gobiernos socialistas y comunistas de entonces, protección y eco a su discurso populista. Todo a cambio, por supuesto, del petróleo de Venezuela.
Chávez plagió el rotulo “Socialismo del siglo XXI”, se hizo amigo de Fidel, se alió con Rusia, China y varios gobiernos extremistas de oriente medio y apoyándose en lo que el llamo “La Santísima Trinidad”: Jesucristo, Karl Marx y Simón Bolívar, ganó la elección tras un fallido golpe de estado y acunó el mismo paternalismo de sus antecesores: dar, dar y dar.
En ese escenario surgió Maduro. Como dicen allá, un “majunche”: obsecuente, servil y mediocre. Pero con esas características logró que el moribundo Chávez le heredara el poder. Como gobernante le dio carta abierta a los altos oficiales, para que se acomodaran a la riqueza que producía el estado: petróleo, y a la de un nuevo actor que llegaba a contrarrestar el declive en los precios del hidrocarburo: el narcotráfico.
Maduro amplio la política de beneficios y dadivas a cambio de respaldo popular y a quienes no cedieron a los encantos del régimen los tildaron de opositores y los encarcelaron, asesinaron o expatriaron. Más de 7.5 millones de venezolanos están condenados al exilio.
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El último acto es el fraude electoral que el mundo ya conoce, gracias a las 25.073 actas entregadas a los testigos por el propio sistema electoral venezolano en cada mesa, que demuestran que Edmundo González ganó la elección con el 67% de los votos sobre Maduro que obtuvo el 30%.
El presidente electo y los líderes y lideresas, en Venezuela o el exilio, no tienen la totalidad de factores para obligar al régimen a dimitir ante el fraude electoral comprobado. Hoy ya van 24 manifestantes asesinados y 1.152 detenidos, entre ellos 101 menores, como respuesta de la dictadura.
Tumbar un régimen dictatorial y tiránico, como el de Venezuela, es un imperativo. Pero solo se logra con: un golpe de estado con los militares para restituir el poder legítimo ganado en las urnas, o con una intervención militar extranjera apoyada por los ciudadanos para el mismo fin.
El movimiento de resistencia civil en las calles del país vecino, necesita recibir apoyo no solo con comunicados sino con acciones de presión militar, especialmente desde el norte del continente en donde, según lo afirma el vocero de Seguridad Nacional de USA… “ya están perdiendo la paciencia”.
En el escenario que a cada quien nos corresponda, defender el resultado real de la pasada elección en Venezuela, es deber de todo ciudadano del mundo libre y democrático.