Del proceso de paz a la paz total
Por: Nino Matus
“Y podrás conocerte recordando el pasado soñar los turbios lienzos, en este día triste en que caminas con los ojos abiertos. De toda la memoria, sólo vale el don preclaro de evocar los sueños” (Antonio Machado). Nunca ha sido fácil alcanzar la paz. Mucho menos lo será una paz total.
La historia de la humanidad, se ha encargado de mostrarnos la simplicidad con que se inician los conflictos armados y las inmensas dificultades para cerrarlos.
Algunas vez dije que las guerras, desde que existen los vestigios del hombre, nunca han sido justas, ni siquiera las que se han hecho a nombre de la fe, cualquiera que sea la concepción que tengan de ella los pueblos involucrados. Las guerras no han sido útiles, salvo las que se han librado para obtener la libertad. Las guerras nunca se ganan totalmente, porque al final, como lo dijera Hemingway en boca de John Done, “las campanas doblan por ti”, incluidos los vencedores.
Los colombianos, con matices, interpretaciones, sesgos o visiones diferentes, terminamos por saber y padecer la misma historia de la prolongación por más de medio siglo de un conflicto que derivó en una guerra y que llego casi que a anestesiar la conciencia colectiva acostumbrándonos a vivir con la noticia diaria de la muerte.
Entre el 26 de agosto de 2012 y el 24 de agosto de 2016, en La Habana – Cuba, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las farc-ep, se sentaron a hablar de ponerle fin a uno de los conflictos más antiguos del mundo. Esos 4 años de conversaciones y negociaciones, estuvieron signados por la gran esperanza de desmovilizar y desarmar a la organización guerrillera, mediante un acuerdo que les abriera las puertas de la política y la democracia y se concretó en el “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”.
Toda la historia detallada de la firma en Cartagena el 26 de septiembre, la refrendación vía plebiscito, la victoria del no, la renegociación de lo acordado incorporando las objeciones de los opositores, la firma del nuevo acuerdo en el teatro Colon el 24 de noviembre de 2016, los inicios de la implementación, el “volver trizas los acuerdos” y la fuerza vinculante de los mismos que lo impidió, los incumplimientos de los guerrilleros a lo pactado, las deserciones y regreso a la vida terrorista de algunos, ha sido objeto de innumerables debates y posiciones encontradas, pero el proceso sigue adelante.
Algunas situaciones han sido corregidas, la JEP funciona y empieza a dar resultados concretos, el informe de la Comisión de la Verdad es texto obligado de lectura y consulta para que los horrores de la guerra no se repitan y el nuevo presidente Gustavo Petro, con convicción, habla de que llego la hora de hacer la paz total.
Hay una verdad que he defendido, no sin pocos contradictores: quienes hemos apoyado el sí a una paz negociada, no somos mamertos, amigos de las farc, o los elenos, sino del sueño de querer vivir en paz y de la misma manera, quienes apoyan el no a un proceso que implica concesiones, no son fascistas, ni amigos de la violencia paramilitar, sino del mismo sueño de querer vivir en paz.
… En paz total que, a mi entender, es abrir escenarios de diálogo con los grupos ilegales, de todo tipo, que están activos en Colombia, para que cesen su accionar delictivo y no se regrese a la violencia. Y de no ser así, el gobierno actuara con todo el peso del estado y de la sociedad para combatirlos, apresarlos o darlos de baja. Es la esencia de la prorrogada ley 418 conocida como ley de orden público.
Solo así la inmensa mayoría de los colombianos podremos encontrar coincidencias de futuro más que diferencias de pasado y sentirnos viviendo en un país con el tamaño de nuestros sueños para legarles a nuestros descendientes.
Toda paz se firma con los enemigos y hay que hablar con ellos, acordar con ellos, sentarse con ellos tal como ya se ha empezado a hacer en la Habana – Cuba – para que, quiera Dios, en Colombia reverdezca la Paz total. Un sueño por el que todo esfuerzo nunca es mucho, ni poco, ni pronto, ni tardío.
Ahora a los ciudadanos se nos impone abrirle una nueva puerta a la esperanza y darle espacio a la prudencia, la mesura, la nobleza y la grandeza….
¡Ya es hora de no más muertos…, victimas…, miedos…., lagrimas!